jueves, octubre 30, 2025
Nacionales

¿Profesores por vocación o comerciantes de la educación?

A lo largo de la última década, el magisterio dominicano ha transitado un camino preocupante: del orgullo por la enseñanza a la comodidad del conformismo.

Lo que alguna vez fue un sacerdocio de vocación y entrega, hoy parece haberse transformado en una lucha constante por privilegios y beneficios, más que por calidad educativa.

Resulta contradictorio que, en los tiempos en que los docentes dominicanos mejor remunerados están, la educación pública atraviese uno de sus momentos más cuestionados. Los maestros ganan bien, pero muchos trabajan menos.

Los llamados “talleres pedagógicos”, que en teoría deberían fortalecer la práctica docente, se han convertido en reuniones informales para conversar, distraerse y descansar de los estudiantes.

El sistema educativo ha sido invadido por una cultura laboral donde el esfuerzo y la excelencia ya no son prioridad, los docentes se multiplican las licencias, se relajan los horarios y, mientras tanto, los estudiantes son los grandes perjudicados.

Los orientadores, por ejemplo, que antes cumplían un rol esencial en la formación emocional y conductual del alumno, hoy parecen limitarse a llenar informes o servir de intermediarios para quejas.

El problema no radica únicamente en los docentes, sino también en la estructura gremial que los agrupa. La Asociación Dominicana de Profesores (ADP), que nació con la misión de defender los derechos de los maestros y garantizar una educación de calidad, se ha convertido en un instrumento de presión política que frecuentemente antepone intereses particulares sobre el compromiso con la nación.

Hoy, el magisterio goza de beneficios que hace unas décadas eran impensables: salarios competitivos, vacaciones extendidas, incentivos económicos, bonos y estabilidad laboral. Sin embargo, esos privilegios no se reflejan en los resultados académicos. Las pruebas nacionales, los informes internacionales y las estadísticas del Ministerio de Educación continúan señalando deficiencias graves en comprensión lectora, razonamiento lógico y rendimiento general de los estudiantes.

Esto nos obliga a hacernos una pregunta incómoda:

¿están los maestros dominicanos cumpliendo con su parte del pacto educativo?

No basta con reclamar aumentos, exigir recursos o defender derechos laborales si al mismo tiempo se descuida la esencia de la profesión: enseñar con pasión, preparar ciudadanos con valores y dar ejemplo con disciplina.

La educación no puede seguir siendo un refugio para quienes buscan un empleo seguro o una fuente de beneficios fáciles. Ser maestro debe volver a ser un acto de vocación, de entrega y de responsabilidad con la patria.

Los estudiantes merecen aulas llenas de inspiración, no de indiferencia; maestros que enseñen con convicción, no con cansancio; escuelas donde se forme el futuro, no donde se justifiquen ausencias.

La República Dominicana necesita un nuevo compromiso educativo. Uno donde el maestro recupere su rol de guía, de ejemplo y de líder social. Solo así podremos rescatar el verdadero valor del magisterio y devolverle al aula la dignidad que la politiquería y el conformismo le han robado.