Por E. MARGARITA EVE
La coronación de Miss Universo 2025 no fue solo un triunfo estético; fue una reivindicación del carácter y la dignidad femenina. Su victoria, alejada de los clichés del espectáculo, emergió como una historia poderosa de superación y autenticidad que capturó la atención mundial desde el primer instante.
Desde niña enfrentó diagnósticos que hicieron más compleja su vida escolar, entre ellos el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Sin el apoyo adecuado, sufrió burlas y exclusiones que marcaron su infancia en un entorno incapaz de comprender su diversidad cognitiva y emocional.
Pero lo que nació como vulnerabilidad se transformó en fortaleza. Con el tiempo, el dolor se convirtió en convicción y el silencio en propósito. Esa metamorfosis la llevó a desarrollar una profunda empatía hacia quienes viven situaciones similares y con frecuencia se sienten sin voz o sin respaldo.
Su activismo surgió de manera natural. Recorrió escuelas, participó en proyectos sociales y habló con claridad sobre inclusión y salud mental. No buscó protagonismo, sino impacto real. Esa autenticidad dio peso a su mensaje y la convirtió en una figura cercana para jóvenes y familias que necesitaban orientación.
Esa coherencia se trasladó al certamen. Compitió desde la verdad, no desde los artificios. Su historia, su preparación y su discurso destacaron en un escenario donde la superficialidad muchas veces domina. Ella demostró que la esencia también compite; cuando es genuina, conquista sin esfuerzo aparente.
Su estilo fue un reflejo de su identidad: sobrio, elegante y sin excesos. Rehusó utilizar vestuarios provocativos o estrategias fáciles para atraer atención. Mostró que la elegancia auténtica no depende de la exposición, sino de la convicción interior y del respeto hacia sí misma.
Uno de los momentos más comentados del certamen ocurrió cuando un alto directivo intentó ridiculizarla públicamente. Ella respondió con serenidad, precisión y un aplomo admirable, dejando sin efecto cualquier intento de menosprecio. Fue un instante que reveló la solidez de su carácter.
Ese episodio terminó fortaleciendo su imagen. Su reacción, firme pero respetuosa, recordó que la verdadera fuerza se manifiesta cuando la dignidad se sostiene aún frente a la provocación. Su actitud se convirtió en un ejemplo silencioso, pero profundamente contundente, de liderazgo femenino.
A menudo, el sistema hace creer a muchas jóvenes que el éxito depende de aceptar prebendas, insinuaciones o tratos que buscan reducirlas a objetos sexuales. Esa narrativa, sostenida por desigualdades históricas y estructuras de poder, intenta convencerlas de que no existen alternativas. Pero sí existen: nacen del estudio, la autodisciplina y el reconocimiento del propio valor. Una mujer que se forma jamás permite que negocien con su integridad.
Y no importa cuán poderosa sea la persona o lo influyente que parezca un grupo: siempre existe una luz para quienes actúan con principios. Por eso, mujer latina, no renuncies nunca a tu voz. En la firmeza de tus convicciones reside tu defensa más sólida y tu herramienta más transformadora.
La educación, la lectura y el pensamiento crítico siguen siendo los cimientos de la autonomía femenina. Una mujer que se reconoce capaz identifica de inmediato las trampas del sistema y avanza sin sacrificar su dignidad, porque sabe quién es, qué vale y qué merece.
Miss Universo 2025 nos recuerda que la autenticidad y la coherencia siguen teniendo más peso que la superficialidad. Su corona simboliza la victoria de la integridad sobre la intimidación, del conocimiento sobre la manipulación y de la voz femenina sobre cualquier intento de silenciamiento.
emargaritaeve@gmail.com
JPM
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