
El mercado fronterizo, que durante décadas ha sido el sustento económico de cientos de familias dominicanas y haitianas, atraviesa uno de sus momentos más críticos. Entre miedo, incertidumbre, represión y precios que no cuadran, los vendedores aseguran que la situación se ha vuelto “insostenible”.
Yunior Alfredo Mercedes, secretario de la Asociación de Vendedores de Plátanos y Guineos, describe el panorama con angustia:
“Aquí está malo. Los haitianos están metiendo mucha represión. Ellos tienen miedo de venir a comprarnos la mercancía y ya nosotros tenemos miedo de venir a traerla. Así no se puede vivir”, expresó visiblemente preocupado.
A su alrededor, comerciantes de distintos rubros confirman que la crisis se profundiza cada día. Enrique García, vendedor de víveres, explica que mientras los precios suben, los compradores haitianos se alejan:
“Yo no sé qué es lo que pasa. Todo está caro y a los haitianos les gusta barato. Aquí los víveres están baratos, pero ellos no están comprando. ¿Qué negocio es así?”, lamentó.
Otros productores señalan que, pese a que los plátanos están baratos en las fincas, las ventas no avanzan porque nadie quiere pagar el verdadero costo del trabajo agrícola.
“Un racimo cuesta 600 pesos y la gente lo quiere a 500. Así uno no gana nada. Hay que pagar combustible, pagar gente para cortar y cargar. ¿Y para qué? Para perderlo todo”, explicó el agricultor Sánchez.
A la falta de compradores se suma un nuevo obstáculo que estaría afectando aún más el flujo comercial. Según denuncias, algunos motores de tres gomas están siendo retenidos en el puente y se les cobra una tarifa adicional:
“No están comprando porque están parando los motores de tres gomas en el puente y cobrándoles 500 pesos. Por eso es que no llegan”, aseguró otro vendedor.
La venta de huevos también registra una caída significativa debido a los altos precios del producto. Aunque sectores haitianos habían convocado a cerrar la frontera, el flujo de clientes fue mínimo, casi nulo, dejando a pequeños y medianos comerciantes con la mercancía en las manos y la preocupación a flor de piel.
Lo que antes era bullicio, regateo y movimiento, hoy es un mercado semivacío donde el sonido de una carreta se escucha más fuerte que la esperanza de sus vendedores.
Se trata de una crisis que golpea a los más pobres y que, según advierten ellos mismos, podría empeorar si no se toman medidas urgentes para recuperar la seguridad y el equilibrio económico en la frontera.