
El Gobierno sigue sin levantar los pies del suelo, atrapado en una dinámica de decisiones apresuradas, sin consenso, planificación ni estudio de impacto. La indignación ciudadana no es casual: se gana a pulso cada vez que se imponen medidas desconectadas de la realidad.
El ejemplo más reciente son las nuevas disposiciones de tránsito. Prohíben girar a la izquierda, pero no ofrecen retornos viables. ¿La alternativa? Algunos ciudadanos bromean con que lo único que queda es llegar a Boca Chica y devolverse en yola. Pero el problema es serio, y la burla solo evidencia el nivel de frustración.
En medio de un panorama marcado por los altos precios de los alimentos, los apagones constantes, la inseguridad y el desempleo, las autoridades responden llenando las esquinas de agentes de la Digesett, no para orientar ni resolver, sino para multar. ¿Eso es gestión o abuso disfrazado de control?
La ciudadanía está harta del caos presentado como orden. Exige planificación real, soluciones efectivas y una gestión que no castigue al pueblo por errores del propio Estado. Gobernar no es improvisar. Gobernar es prever, dialogar y actuar con responsabilidad.