
Por: Francisco Tavárez
Mientras la atención internacional se centra en una posible intervención militar de Estados Unidos en Venezuela, existe otro lado de la moneda que también merece ser analizado: el rol de la oposición venezolana en este momento.
Para entender el momento actual, es necesario contextualizar la postura de Estados Unidos, que como nunca en la historia reciente ha decidido ejercer una presión directa y sostenida sobre el régimen dictatorial de Nicolás Maduro. Esta ofensiva está motivada, en gran medida, por el objetivo de desarticular al llamado Cartel de los Soles, una organización criminal a la que se le atribuye la distribución de grandes cargamentos de drogas hacia territorio estadounidense.
Según informes de inteligencia del propio gobierno norteamericano, figuras clave del régimen —como Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López— no solo ocupan roles fundamentales en el aparato político-militar venezolano, sino que también serían protagonistas en el entramado delictivo que sostiene a esta red de narcotráfico.
En aguas internacionales, próximas a Venezuela, se ha desplegado un amplio contingente militar enviado por la administración Trump, una maniobra que ha encendido las alarmas en el seno del régimen chavista. En los últimos días, hemos visto a un Nicolás Maduro visiblemente inquieto, lejos de la arrogancia que solía mostrar. Pero mientras la presión estadounidense se intensifica, surge una pregunta clave: ¿cómo ha respondido la oposición venezolana ante este nuevo escenario?
El anhelo principal de millones de venezolanos sigue siendo el mismo: restablecer la democracia, la institucionalidad y el orden económico en un país saqueado por un grupo mezquino que se ha enquistado en el poder y lo utiliza a su conveniencia. Sin embargo, no puede perderse de vista que una oposición débil, fragmentada y carente de un criterio unificado representa un obstáculo serio ante los enormes desafíos que enfrenta Venezuela.
En ese contexto, resulta imposible no pensar en María Corina Machado, una líder opositora de voz firme y presencia contundente. Con argumentos sólidos y sin titubeos, ha demostrado durante años que no le tiembla el pulso al enfrentar al régimen de Nicolás Maduro, convirtiéndose en una figura clave en la lucha democrática venezolana.
En un momento de alta tensión, María Corina Machado ha emitido declaraciones políticamente inteligentes, señalando que los movimientos del presidente Trump forman parte de una estrategia para desestabilizar a una organización criminal dedicada al narcotráfico a gran escala, cuyos principales líderes —según sus palabras— son los miembros del gobierno ilegítimo de Nicolás Maduro.
Machado ha señalado que estas movilizaciones militares por parte de Estados Unidos no deben interpretarse como una agresión contra el pueblo venezolano, sino como una cruzada para erradicar a esa estructura criminal que opera desde el poder.
Las recientes declaraciones de María Corina Machado, ofrecidas en una entrevista hace pocos días, no son casuales: representan un claro contrapeso a la conversación que Henrique Capriles sostuvo con la BBC.
En contraste con el tono firme de Machado, Henrique Capriles ha mostrado una postura más tibia y desconectada de la realidad que vive el país. Esa postura ha dado paso al resurgimiento público de Machado, quien dejó atrás su perfil bajo para convertirse, una vez más, en un muro de contención contra el oficialismo y en un símbolo de esperanza para millones de venezolanos.
La palabra más repetida por Capriles en su entrevista fue “negociación”. Pero cabe preguntarse: ¿cómo se puede negociar con un régimen que ha violentado todos los preceptos institucionales y ha desconocido sistemáticamente la voluntad del pueblo venezolano?
No se le puede restar mérito al papel que, en su momento, desempeñó Henrique Capriles dentro de Venezuela como figura opositora. Sin embargo, desde su llegada al exilio, ha evidenciado una falta de contundencia que contrasta con la firmeza de María Corina Machado, quien —aun desde la clandestinidad— se mantiene en el centro del huracán político.
Esa determinación, acompañada de ideas claras y argumentos sólidos, es esencial para no ceder ni amedrentarse ante un régimen que se sostiene mediante el miedo y la represión.
Hoy, el centro del debate gira en torno a si Estados Unidos decidirá finalmente intervenir militarmente en Venezuela. No obstante, la atención también debe dirigirse a otro escenario igual de crucial: cómo está gestionando la oposición estos acontecimientos.
Cualquiera que sea el desenlace, Venezuela no se detendrá; por el contrario, enfrentará enormes desafíos económicos, sociales y políticos que pondrán a prueba la capacidad —y la verdadera convicción democrática— de quienes se han presentado como la alternativa al régimen.
El otro aspecto clave es el papel que deben jugar los países de la región: analizar este contexto con una mirada mesurada y justa, lejos de lecturas superficiales, para asumir con responsabilidad las lecciones que esta crisis impone, sin olvidar que Venezuela merece avanzar hacia la libertad y el pleno desarrollo de su potencial. Ese camino solo es posible a través de la democracia.