martes, septiembre 16, 2025
Opinion

La corrupción: enfermedad vieja del Estado

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El autor es ingeniero y profesor de educación superior. Reside en Nueva York.

POR RAFAEL PASIAN

En la República Dominicana, hablar de corrupción es hablar de una herencia amarga que viene desde los primeros gobiernos después de la independencia. Cada generación ha visto cómo la política, en vez de ser un servicio al pueblo, muchas veces se ha convertido en un botín para los que llegan al poder.

La corrupción no nació ayer. Viene de los gobiernos caudillistas, donde el Estado era manejado como propiedad personal. Pasó por dictaduras que usaban los recursos públicos para enriquecer a unos pocos, y siguió con partidos modernos que, aunque hablaban de democracia, repitieron los mismos vicios: clientelismo, favoritismo y robo al erario.

De ahí nace la cultura de la corrupción: funcionarios que entienden que el cargo es para servirse y no para servir; partidos que ven al Estado como botín electoral; líderes que creen que repartir dinero y privilegios es gobernar.

Costo para el pueblo

La corrupción no es un tema de políticos solamente; es una herida abierta en la vida diaria del pueblo. Cuando se roban los fondos de la salud, muere gente en los hospitales. Cuando se roban los recursos de la educación, nuestros hijos reciben escuelas sin calidad.

Cuando se roban el dinero de las obras públicas, tenemos calles rotas y comunidades olvidadas. La corrupción es pobreza disfrazada, es desigualdad multiplicada.

Educación y cultura

La educación juega un papel doble. La familiar debe enseñar valores de honestidad y trabajo limpio; pero cuando en la casa los niños ven que “lo que importa es buscar lo fácil”, esa semilla de corrupción se siembra temprano.

La educación académica, si no forma ciudadanos críticos, se queda corta. Escuelas y universidades deben enseñar no solo matemáticas o derecho, sino ética, civismo y compromiso con el país.

¿Qué hacer?

Erradicar la corrupción no es tarea de un día, pero es posible reducirla si hay decisión política y presión social.

1. Justicia independiente y fuerte: ningún funcionario, por poderoso que sea, debe estar por encima de la ley.

2. Transparencia radical: que cada gasto público sea publicado, que cada contrato sea auditado, y que el pueblo pueda vigilar.

3. Educación ética y cívica: en las escuelas y en las familias, enseñar que servir al país con honradez es el mayor honor.

4. Participación ciudadana: los movimientos sociales, comunitarios y profesionales deben vigilar a los gobiernos y exigir rendición de cuentas.

5. Ejemplo desde arriba: si el presidente y los ministros gobiernan con humildad y honestidad, el mensaje baja hacia todo el aparato estatal.

Conclusión

La corrupción es un cáncer que ha limitado el desarrollo dominicano desde el nacimiento de la nación. Pero como todo cáncer, puede combatirse si se ataca la raíz. El pueblo dominicano no está condenado a vivir entre ladrones y cómplices: con educación, con justicia y con voluntad política, se puede construir un Estado digno, progresista y transparente.

La patria merece gobernantes que no roben y un pueblo que no se deje robar.

jpm-am

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