Por Yolanda Urbano
SANTO DOMINGO.- En cada rincón de la República Dominicana se encuentran historias marcadas por la pobreza extrema, pero algunas situaciones superan todo límite.
Es el caso de Brisa del Río, un sector ubicado en Manoguayabo, Santo Domingo Oeste, donde tres viviendas están a punto de caer al río por las condiciones deplorables en que se encuentran.
Las estructuras, levantadas con madera podrida, zinc deteriorado y sogas que apenas resisten, representan una bomba de tiempo. Cualquier aguacero podría provocar una tragedia.

Una madre, con dos hijos de 7 y 13 años, narró la odisea que vive desde hace más de dos años, cuando las lluvias arrasaron con la entrada del callejón y se llevaron más de diez viviendas.
Desde entonces, asegura que viven con miedo permanente cada vez que se anuncia un pronóstico de lluvias.
Otra familia, aún más afectada, sostiene su casa con sábanas, palos viejos y una cuerda.
Además del peligro estructural, los vecinos conviven con plagas que emergen al caer la tarde, y un hedor insoportable que emana del río.
Mientras las autoridades celebran una presunta reducción de la pobreza en el país, comunidades históricamente marginadas como Manoguayabo, La Zurza y La Ciénaga siguen sumidas en el abandono.
Muchas de sus familias sobreviven en condiciones precarias, sin acceso a programas de asistencia ni siquiera a una tarjeta de solidaridad.
A pesar de esta realidad, la directora del programa Supérate, Gloria Reyes, afirmó recientemente que la pobreza ha disminuido en la República Dominicana, atribuyendo ese supuesto avance al impacto del programa social que dirige. Una afirmación que contrasta con el día a día de quienes aún esperan una mano solidaria del Estado.