
Francisco Tavárez
Que un simple rumor (viejo, perverso y eficaz mecanismo de destrucción) haya obligado al gobernador del Banco Central de la República Dominicana, Héctor Valdez Albizu, a reunirse de urgencia con los principales actores del sistema financiero nacional, es una señal alarmante no de debilidad institucional, sino del daño real que pueden causar las fake news cuando se propagan sin freno ni responsabilidad.
Los rumores no son inocentes. Nunca lo han sido. A lo largo de la historia han provocado pánico, quiebras innecesarias, violencia social y colapsos económicos. Hoy, en plena era digital, su alcance es aún más peligroso. Bastan mensajes malintencionados, desinformación deliberada o análisis irresponsables para intentar socavar uno de los pilares más sensibles de cualquier nación: la confianza en su sistema financiero.
Los hechos, sin embargo, desmontan de raíz cualquier narrativa apocalíptica. El sistema financiero dominicano exhibe altos niveles de capitalización, solvencia, rentabilidad y calidad crediticia. Los análisis de estabilidad financiera y las pruebas de estrés realizadas por el Banco Central no muestran vulnerabilidades que comprometan la provisión de servicios financieros ni el funcionamiento normal de la economía. No hay crisis. No hay colapso. No hay fundamento técnico alguno para el alarmismo.
Las cifras son contundentes: activos consolidados por RD$4.19 billones, con crecimiento interanual de 9.3 %; una cartera de créditos donde el 91 % se concentra en categorías A y B; morosidad de apenas 1.8 % y una cobertura de créditos vencidos de 162.5 %. Es decir, por cada peso en mora, el sistema tiene RD$1.63 en provisiones. Eso no es fragilidad: es fortaleza.
A esto se suma una holgada liquidez, con más de RD$96 mil millones en depósitos overnight en el Banco Central, reflejo de una banca prudente y bien regulada. Los pasivos, compuestos en un 87.5 % por depósitos del público, confirman un dato clave que los rumores ignoran deliberadamente: la gente confía en su sistema financiero.
En materia de rentabilidad, los indicadores superan incluso a los promedios regionales. Un ROA de 2.6 % y un ROE de 21.7 % evidencian un sistema sano, capaz de generar utilidades sostenidas, fortalecer su patrimonio y seguir financiando los sectores productivos del país. El índice de solvencia de 17.1 %, muy por encima del mínimo legal de 10 %, desmonta cualquier intento de sembrar miedo.
El caso del Banco de Reservas merece mención aparte. Con activos por RD$1.35 billones, baja morosidad, alta cobertura, solvencia robusta y rentabilidad superior al promedio del sistema, Banreservas no solo es una institución sólida, sino un ancla de estabilidad para la economía nacional.
Frente a este panorama, cabe una pregunta incómoda pero necesaria: ¿a quién beneficia el rumor? ¿Quién gana sembrando desconfianza, pánico y zozobra? Porque lo que sí pierde el país con este tipo de campañas es mucho: se erosiona la credibilidad, se afecta la inversión y se pone en riesgo la estabilidad social.
Combatir las fake news no es censura; es defensa del interés nacional. La libertad de expresión no puede ser excusa para la mentira deliberada ni para el sabotaje económico. La información financiera exige rigor, responsabilidad y ética.
El rumor destruye. Los datos construyen. Y hoy, los datos hablan claro: el sistema financiero dominicano es sólido, estable y confiable. Todo lo demás es ruido malintencionado que debe ser denunciado con firmeza.