jueves, noviembre 13, 2025
Opinion

Sin temor a ser atracado 

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El autor es compositor y activista comunitario. Reside en San Cristóbal

En la República Dominicana, la inseguridad ciudadana se ha convertido en un drama cotidiano que mantiene en zozobra a los ciudadanos de a pie. Sin embargo, hay un grupo que parece vivir en una burbuja impenetrable: la clase política oligárquica.

 Ellos no temen ser atracados, no porque vivan en un país más seguro, sino porque forman parte de un sistema que les garantiza impunidad y poder.

La ironía es evidente. Mientras el ciudadano común teme salir a la calle con su celular o su salario en efectivo, los políticos —blindados por escoltas, vehículos oficiales y privilegios estatales— viven sin ese temor.

Pero la razón va más allá de la simple seguridad física: ellos no temen ser atracados porque, en realidad, están insertados en un esquema de atraco político.

El verdadero atraco en la sociedad dominicana no se comete con una pistola en la esquina, sino con un decreto, una licitación amañada o una partida presupuestaria disfrazada.

Se atracan los fondos públicos, la esperanza social, las oportunidades del joven emprendedor, y la fe del ciudadano en las instituciones. Se saquea el Estado desde adentro, con la complicidad de quienes deberían protegerlo.

La clase política oligárquica ha convertido la gestión pública en un botín. Se reparten cargos, contratos y exoneraciones con la misma naturalidad con que un ladrón de calle reparte el botín con sus cómplices.

La diferencia es que estos “atracadores” de corbata no corren; desfilan. No se esconden; se exhiben. Y cuando son señalados, responden con un discurso técnico, jurídico o ideológico que justifica lo injustificable.

Por eso no temen ser atracados: porque viven dentro de un sistema donde el robo ha sido institucionalizado. Donde la ley es un escudo para los poderosos y una trampa para los humildes. Donde el castigo es selectivo y la moral pública se mide por conveniencia.

El ciudadano común, en cambio, sigue encerrado entre rejas de hierro y miedo, cuidando lo poco que tiene. Y mientras tanto, la clase política sigue acumulando privilegios, blindando sus fortunas y fabricando discursos sobre “transparencia” y “cambio” que suenan a burla.

Llegará el día en que el verdadero atraco no sea el de la esquina, sino el del pueblo que despierte. Porque ningún sistema de atracadores políticos puede sostenerse indefinidamente sin que la indignación social lo derrumbe.

Hasta entonces, ellos seguirán caminando sin temor a ser atracados, porque el atraco lo dirigen desde adentro.

jpm-am

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