jueves, noviembre 13, 2025
Opinion

Moscas, cucarachas y gusanos: los que cierran la historia

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El autor es periodista. Reside en Sabaneta

Moscas, cucarachas y gusanos, criaturas que pocos toleran pero que todos terminamos conociendo. Si hablamos de moscas, cucarachas y gusanos, hablamos de las peores plagas conocidas por el ser humano…

Si hablamos de moscas, cucarachas y gusanos, hablamos de las peores plagas conocidas por el ser humano. Son símbolo del desecho, de la podredumbre, de lo que nadie quiere mirar. Usamos insecticidas, trampas y hasta rituales de limpieza para mantenerlos lejos, pero, curiosamente, son ellos los únicos que nunca nos abandonan.

Cuando llega el momento en que el cuerpo deja de ser cuerpo y la vida se convierte en recuerdo, son las moscas las primeras en presentarse. Llegan sin pedir permiso, guiadas por un instinto que no entiende de lágrimas ni de despedidas. No distinguen entre ricos o pobres, entre santos o pecadores. Solo hacen su trabajo.

Detrás de ellas aparecen las cucarachas, esas eternas sobrevivientes que habitan desde antes del ser humano. Resisten al fuego, al hambre, veneno y para el colmo sobreviven a la radioactividad. No tienen belleza, pero sí una fuerza que muchos envidiarían: la capacidad de seguir vivas, incluso en las ruinas.

Tal vez por eso representan a esa parte del mundo que se adapta a todo, incluso a la desgracia.

Y, finalmente, llegan los gusanos. Los que concluyen el ciclo, los que devuelven al polvo lo que del polvo vino. Son los que se encargan de cerrar el círculo de la vida, aunque su trabajo provoque espanto. Son los jardineros invisibles de la tierra, los que se alimentan del final para dar origen a lo nuevo.

Paradoja

Hay una paradoja cruel en esto. Durante la vida, evitamos a esas criaturas, las despreciamos, las pisamos sin pensar. Pero en la muerte, ellas son las únicas que permanecen. Ni los amigos, ni la familia, ni los honores acompañan el cuerpo cuando ya no hay respiración ni memoria. Solo esos seres humildes, silenciosos y persistentes, hacen acto de presencia hasta el final.

Moscas cucarachas y gusanos, se conoce de personas que han muerto solo en su apartamento, han sido descubierto semanas después. Nadie lo buscó, nadie preguntó por él. Solo las moscas sabían de su ausencia; fueron ellas las primeras en romper el silencio. En su soledad absoluta, tuvo compañía. Trágica, sí, pero real.

Esa escena me hizo pensar en lo selectiva que es la compañía humana. Cuando tienes éxito, abundan las visitas; cuando hay abundancia, sobran los saludos. Pero basta una caída, un error, una enfermedad, para que el ruido se apague. Entonces comprendemos que la soledad no empieza cuando te quedas solo, sino cuando los demás deciden no estar.

Las moscas, cucarachas y gusanos no entienden de conveniencias. Están ahí por naturaleza, no por interés. No te juzgan, no te abandonan, no esperan nada a cambio. Su presencia, aunque incómoda, revela una verdad profunda: lo que el ser humano desprecia es, a veces, lo único que permanece fiel, «moscas cucarachas y gusanos». Que sabia es la naturaleza, hasta nos invita a reflexionar mas allá de lo que vemos y sentimos.

Quizás ese sea el mensaje oculto de esta metáfora: la vida es un teatro de apariencias, pero la muerte desnuda la verdad. Quien menos piensas termina contigo, no por amor ni por amistad, sino porque forma parte del destino que compartimos todos; la naturaleza. Las plagas que tememos son también las guardianas del ciclo que nos iguala.

Al final, no te acompañan los títulos, los lujos ni las palabras bonitas. Te acompañan el silencio, el polvo y esas tres criaturas despreciadas que hacen lo que nadie más se atreve a hacer: quedarse contigo hasta que no quede nada. “moscas, las cucarachas y los gusanos” no te abandonan. Son ellos, los eternos olvidados, los que cierran la historia.

jpm-am

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