viernes, octubre 31, 2025
Opinion

El Día de Todos los Santos

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LA AUTORA es mercadóloga y comunicadora. Reside en Santo Domingo.

Ante la cercanía de la bella fiesta que es enla Iglesia el Día de Todos los Santos, debemos recordar que los santos también son compañeros de peregrinación que nos animan con sus testimonios de vida a llegar como ellos hacia la santidad que Jesucristo nos ha llamado a vivir.

Esta fiesta tiene sus orígenes en los primeros siglos del cristianismo. En la Iglesia primitiva, los mártires eran venerados individualmente en las fechas de su muerte, considerada como su «dies natalis» o nacimiento al cielo.

Sin embargo, con el aumento de las persecuciones, especialmente bajo los emperadores romanos como Diocleciano, el número de mártires se multiplicó de tal manera que resultaba imposible conmemorar a cada uno por separado.

Fue en el siglo IV cuando surgió la idea de una fiesta colectiva. San Efrén el Sirio, en sus himnos, menciona una conmemoración de todos los mártires el 13 de mayo. Más tarde, en el siglo VII, el Papa Bonifacio IV consagró el Panteón de Roma como iglesia dedicada a Santa María y a todos los mártires, fijando la fecha en mayo.

Pero el traslado al 1 de noviembre se atribuye al Papa Gregorio III en el siglo VIII, quien dedicó una capilla en la Basílica de San Pedro a todos los santos, posiblemente para contrarrestar las influencias paganas de las fiestas celtas de Samhain, que marcaban el fin del verano y el inicio del invierno, asociadas con el mundo de los espíritus.

En el siglo IX, el Papa Gregorio IV extendió esta solemnidad a toda la Iglesia universal, y así ha perdurado hasta nuestros días.

Victoria sobre el paganismo

Podríamos concluir que la Iglesia Madre y Maestra ha querido con esta celebración reflejar la victoria de la fe cristiana sobre el paganismo, transformando miedos ancestrales en esperanza de resurrección.

Es importante enfatizar que la santidad no es un privilegio de unos pocos, sino una llamada universal, como afirma el Concilio Vaticano II en «Lumen Gentium», sobretodo con las palabras de nuestro Señor claras y contundentes: «Sean Santos como Yo he sido».

Además  reafirmamos al mundo la Comunión de los Santos, uno de los artículos del Credo Apostólico que abarca tres dimensiones: la Iglesia militante (nosotros, los peregrinos en la tierra), la Iglesia purgante (las almas en el purgatorio) y la Iglesia triunfante (los santos en el cielo).

El 1 de noviembre nos enfocamos en la triunfante, pero no de manera aislada; es un recordatorio de que estamos unidos en un cuerpo místico con Cristo como cabeza.

Los santos son modelos de virtud que han vivido el Evangelio en plenitud.  Los santos encarnan esa esperanza; son testigos de que la gracia de Dios puede transformar vidas ordinarias en extraordinarias. ¡Gracias a Dios son muchos! !Y debemos ser más!

Mencionemos algunos: San Agustín, quien de ser un gran pecador, no solo llegó a la Santidad incluso a ser místico y Doctor de la Iglesia.

Santa Teresa de Calcuta, quien vio a Cristo en los pobres, o en San Francisco de Asís, que abrazó la pobreza evangélica; San Carlos Acutis joven recien canonizado de nuestros tiempos y muchos más.

¿Cómo podemos aprovechar espiritualmente esta solemnidad? Participemos en la Eucaristía. La Misa del 1 de noviembre es bellísima.

Intensifiquemos nuestra  oración personal. Dediquemos tiempo a rezar el Rosario como nuestra Madre nos invita y la Liturgia de las Horas, incorporando invocaciones a los santos como lo es la Letanía de los Santos que es una oración poderosa que nos conecta con la cadena de testigos de la fe.

La reflexión sobre las vidas de los santos es otra vía muy eficaz para nuestro crecimiento espiritual. Leamos sus biografías espirituales. Doy testimonio del gran bien que me ha hecho leer «Confesiones de San Agustín» e «Historia de un Alma de Santa Teresita del Niño Jesús».

San Juan Pablo II otro gran Santo nos dijo en «Novo Millennio Ineunte»,  mejor dicho, nos urgió a «duc in altum» (remar mar adentro), y ellos, los santos son nuestros guías en esa bendecida aventura.

Practiquemos obras de misericordia. Vivamos la caridad como ellos.

En este mundo marcado por el relativismo y el materialismo, el Día de Todos los Santos adquiere mayor relevancia.

Luchemos con la secularización de esta fiesta, confundida con Halloween en culturas anglosajonas aprovechando para evangelizar: explicando que mientras Halloween deriva de «All Hallows’ Eve» (Víspera de Todos los Santos), el enfoque cristiano es la luz de la santidad, no el miedo a la muerte.

Es muy oportuno recordar a San Josemaría Escrivá quien enseñaba que la santidad está en lo ordinario. Reflexionemos: en nuestros trabajos y relaciones, ¿buscamos la voluntad de Dios?

Esta introspección puede llevarnos a la confesión sacramental, liberándonos de pecados que obstaculizan nuestro crecimiento, y por qué no? Aprovechar las gracias extraordinarias que nos ofrece este año jubilar 2025 que dura hasta el 28 de diciembre en las iglesias particulares (templos jubilares dispuestos por los obispos en todas partes del mundo)  y el 6 de enero en el Vaticano.

Pidamos que la intercesión de Todos los Santos nos guíe. ¡Adelante en la fe!

jpm-am

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