jueves, octubre 30, 2025
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Nuestro reconocimiento al Presidente y al gobierno, por la gestión preventiva ante Melissa

Por Francisco Tavárez

El paso del huracán Melissa puso a prueba, una vez más, la capacidad de respuesta del Estado dominicano ante los embates de la naturaleza. Esta vez, el país respondió con previsión, coordinación y liderazgo. Debemos reconocer el gran esfuerzo del presidente Luis Abinader y de los organismos de emergencia —el Centro de Operaciones de Emergencia (COE), bajo la dirección del general Juan Manuel Méndez, la Defensa Civil, el Cuerpo de Bomberos y el Instituto Dominicano de Meteorología (Indomet), quienes desplegaron una labor informativa y preventiva ejemplar.

Los pronósticos acertados de Indomet permitieron mantener informada a la población con precisión y anticipación, lo que resultó determinante para preservar vidas y reducir daños. Gracias a la ejecutoria del gobierno central, se logró ofrecer una respuesta organizada y efectiva, no solo en la evacuación y asistencia, sino también en la distribución de alimentos y suministros esenciales. Una de las innovaciones más destacadas fue la entrega de ayuda del Plan Social de la Presidencia mediante drones del sistema 9-1-1, una estrategia moderna que demuestra cómo la tecnología puede ponerse al servicio de la emergencia y la solidaridad.

Mientras Melissa, convertida en huracán de categoría 4, continuaba su trayecto a unos 167 kilómetros de Kingston, Jamaica, en República Dominicana se mantenían cuatro albergues activos que daban refugio a 77 personas, producto de los efectos del fenómeno. Según informó el general Méndez, 48 comunidades resultaron incomunicadas, además de una carretera, dos puentes y un camino vecinal afectados por las lluvias y los vientos.

Aun en medio de la adversidad, la respuesta del Gobierno y de las instituciones de socorro reafirma un compromiso con la vida, la organización y la prevención. Melissa deja pérdidas materiales, pero también deja la evidencia de que la preparación, la tecnología y el trabajo conjunto pueden marcar la diferencia entre la tragedia y la esperanza.

El desafío sigue siendo mantener esa misma coordinación y sentido de urgencia más allá del temporal, porque la gestión del riesgo no termina cuando se disipan las nubes.