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La voz de la República Dominicana ante la crisis de Haití

Por: Francisco Tavárez

Una vez más, el presidente de la República Dominicana, Luis Abinader, llega a la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para participar en el inicio de los debates de la Asamblea General. Y una vez más, le corresponde al mandatario dominicano levantar la voz de advertencia, reclamo y llamado urgente ante la comunidad internacional sobre la dramática situación que atraviesa Haití, un Estado fallido que no encuentra rumbo frente a la multiplicidad de problemas que lo consumen.

Haití sufre el colapso de sus instituciones, el dominio de las bandas armadas, la falta de servicios esenciales y una crisis humanitaria marcada por el hambre y la desesperanza. A pesar de las múltiples promesas y resoluciones internacionales, los avances han sido mínimos, y el pueblo haitiano sigue abandonado a su suerte.

La República Dominicana, como nación vecina, carga con las consecuencias directas de esa crisis: migración masiva, inseguridad en la frontera y presión sobre los servicios públicos. No obstante, el Gobierno dominicano ha mantenido una posición firme, reclamando que el rescate de Haití no puede ni debe ser una carga exclusiva de los dominicanos. Se trata de un desafío global que requiere acciones concretas, no solo discursos diplomáticos.

El esfuerzo del presidente Abinader por colocar el tema haitiano en la agenda internacional merece ser destacado. Su agenda en Nueva York —que incluye reuniones bilaterales con líderes mundiales, encuentros con organismos multilaterales y diálogos con actores estratégicos de la economía global— evidencia una gestión activa que busca soluciones más allá de la retórica.

La comunidad internacional no puede seguir postergando una respuesta efectiva. Haití necesita apoyo real en materia de seguridad, reconstrucción institucional y asistencia humanitaria. Cada día de inacción profundiza el sufrimiento de millones de personas y agrava la carga que recae sobre la República Dominicana.

Este editorial insiste en que ya no bastan las promesas ni las resoluciones vacías: el mundo tiene una deuda pendiente con Haití y debe asumirla. Mientras tanto, la República Dominicana seguirá siendo, una vez más, la voz que incomoda pero que insiste, porque la paz, la estabilidad y la dignidad humana no pueden seguir esperando.