
Por Arlenys García –
Psicóloga Clínica | Zenit Psychology–Autora de Los 360 Grados del Estrés
Vivimos en una época donde todo es inmediato. La comida llega en minutos, el contenido en segundos, las opiniones en tiempo real. Pero este ritmo ha tenido (y seguirá teniendo) un costo silencioso: una generación que quiere resultados sin proceso, ingresos sin formación y éxito sin estructura.
Cada vez es más común escuchar frases como: “No voy a durar un año en un trabajo que no me hace millonario” o “Yo no nací para estar cumpliendo horario ni siguiendo reglas.”
Y aunque es saludable aspirar a la libertad financiera y a una vida con propósito, hay una gran diferencia entre soñar en grande… y querer saltarte el proceso que te forma, te disciplina y te da valor real en el mercado laboral o empresarial.
El problema no es la empresa. Es el mindset de esta nueva generación. Cuando una empresa tiene estructura, procesos, evaluaciones y estándares,
muchos jóvenes lo ven como esclavitud. Lo rechazan, lo exponen en redes sociales, lo descalifican con frases como “ambiente tóxico” o “mentalidad vieja”.
Pero no se preguntan: ¿Qué tanto estoy dispuesto a construir antes de cobrar? ¿Qué valor real estoy aportando más allá de mis expectativas?
La verdad incómoda es que moverte de una empresa a otra no resuelve una mentalidad impaciente, reactiva o sin habilidades blandas desarrolladas.
Puedes cambiar de trabajo cada seis meses, pero si no inviertes en ti —en formación, inteligencia emocional y pensamiento crítico— vas a seguir tropezando con la misma piedra: tú mismo.
A esto se suma una realidad que vale la pena matizar: muchas personas están actualmente trabajando en call centers, una industria que —hay que admitirlo— ofrece mejores salarios y más estabilidad que muchas otras opciones en el país.
Es un trabajo digno, con beneficios reales y la posibilidad de llevar un estilo de vida cómodo si se administra bien.
Pero ahí está el punto: no se trata solo de cobrar un buen sueldo, sino de usar ese tiempo y esa estabilidad como una plataforma para crecer.
Lamentablemente, muchos se quedan atrapados en la rutina, haciendo lo mismo todos los días, sin intención de aprender nuevas habilidades o proyectarse hacia algo más.
Y cuando caemos en esa monotonía prolongada, la imaginación se apaga, la motivación se desvanece y la energía vital se consume poco a poco… hasta
que, sin darnos cuenta, la vida se nos va en modo repetición. Tenemos acceso a tanta tecnología como nunca antes en la historia… ¿Y qué estamos haciendo con ella? ¿Usándola para aprender, para crecer, para proyectarnos a largo plazo… o solo para buscar atajos, aparentar una vida que no vivimos o, peor aún, para engañar a los demás?
La realidad es que el algoritmo premia lo rápido: el video que más views tiene, la idea más provocadora, la crítica más fuerte.
Pero el mercado laboral premia la constancia, la capacidad de adaptarte, de resolver, de proponer y de mantenerte enfocado cuando otros se frustran.
Formarse no es aburrido. Es estratégico.
Invertir en habilidades no es anticuado. Es rentable. Respetar procesos no es esclavitud. Es parte de aprender a trabajar con otros y
construir algo más grande que uno mismo