
República Dominicana enfrenta una ofensiva mediática internacional basada en distorsiones y falsedades. Se pretende construir un relato que presenta al país como un lugar donde se maltrata, tortura o asesina a extranjeros, lo cual no se corresponde con la realidad.
Llama la atención que voces locales —algunas con notoriedad en los medios— repitan sin pruebas esas acusaciones, amplificando un discurso que perjudica nuestra imagen ante el mundo. Cada palabra dicha aquí trasciende fronteras; cada publicación tiene impacto global. Por eso, la ligereza en el tratamiento de estos temas no solo es irresponsable, sino también peligrosa.
No se trata de negar errores ni cerrar los ojos ante lo que debe mejorarse. Se trata de actuar con criterio, con datos y con respeto a la verdad. El país merece que sus problemas se aborden con madurez, no con sensacionalismo.
La defensa de la verdad y del interés nacional debe estar por encima de cualquier afán de protagonismo o búsqueda de clics. Quienes comunican tienen el deber de informar, no de desinformar.
¡Responsabilidad ante todo, siempre!